Pasan las horas, Pasan los días

Yo me quedo en casa. No salgo más que para ir a trabajar o ir a comprar. Al principio creí que tanto no iba a durar, que una situación pasajera era todo y ya. Hoy me pregunto qué tanto más podría soportar?.

Estos últimos días fueron más difíciles de lo normal. Estoy seguro que el tiempo corre distinto, los días transcurren distinto. Apostamos todo para  que salga bien. Nos adaptamos para sobrevivir y no volvernos locos entre cuatro paredes. Me hice amigo de mí mismo. Complete mis tareas, ordene, limpie y volví a desordenar. Pensé todo lo que tenía que pensar y hoy solo me queda variar. Aprovecho para acostarme y reflexionar. Cuánto tiempo una persona puede vivir de los recuerdos? Hoy tanto que necesito besar y abrazar. 

Me tomo un té con miel de consuelo y me quedo imaginando cuando nos vamos a poder encontrar. Aunque todo el mundo se vaya al infierno siempre te voy a hacer un lugar.

FABRIZIO ZAMBENETTI

El Enemigo

Parece estar dispuesto a cuidarme y yo a dejar que me cuiden. Fernando me dio las indicaciones a seguir durante este difícil periodo que estamos atravesando. A veces me pregunto si realmente existe, pero el beneficio de la duda no esta permitido para una persona como yo.

El enemigo se encuentra en la puerta de mi casa, pero actúa como un ente invisible. Ser un hombre de la colonia rioplatense no es fácil, más aún en una época donde la seguridad es desafiada por fuerzas que actúan como fantasma. Sin embargo, relatos de tiempos lejanos cuentan que ya hubo enemigos invisibles.

Yo hago, no pienso. No cuestiono, me distrae de mis tareas importantes, como desinfectar el picaporte de la entrada de mi cuarto o limpiar mis cubrepicos luego de ya haber salido a la calle. Hay que ser fuerte en la mente, y a veces la fuerza mental necesita suprimir cualquier idea que refute o cuestione el bien mayoritario.

Tengo miedo sobre lo incierto de mi futuro y el de mis colegas, pero se que paz, amor, abundancia y verdad no me faltará en el paraíso que vivo. Todos mis problemas del día a día se han resuelto. Yo me quedo en casa.

Tomás Azéma-Di Pizio.

El pasajero

Pero la estación está vacía, y ya no tengo nada que perder, solo me queda subir al tren.  

En una mano traigo mi valija, en la espalda mis errores y en mi mente mis recuerdos. No distingo cuál me pesa más luego de la decisión que tomé.  No puedo arrepentirme, no ahora. Tomo carrera y subo. Camino por los vagones con la mirada perdida, buscando un asiento libre o más bien busco una respuesta a una pregunta que nadie más que el tiempo podría contestarme.  

Me senté al lado de un hombre de unos treinta años, que parece que escapa de su pasado al igual que yo. No tengo ganas de hablar con nadie, pero algo en su apariencia me intriga. Nunca fui de dar el primer paso hasta que abordé este tren, quizás es momento de volver a hacerlo.  

Dejo que hable él solo y simplemente lo interrumpo para hacerle preguntas. No quiso preguntarme sobre mí porque vio alguien dañado que buscaba un nuevo comienzo y no tendría sentido si seguía hablando de mi pasado.  

Ese extraño me ofreció lo que nadie había hecho nunca. Un plan. Ante la incertidumbre de mi vida en este momento lo acepté. Parece estar dispuesto a cuidarme y yo a dejar que me cuiden. 

Lucas Díaz. 

La Despedida

El tiempo dirá si mi decisión fue la correcta, simplemente no puedo continuar. 

Pase madrugadas enteras pensando, mirando el cielo oscuro por la ventana por horas sin poder dormir, pensando si estoy haciendo algo con mi vida. Pensando si a esta altura soy una persona. 
Es difícil darse cuenta de quien soy en un pueblo de gente tan igual, que camina sin mirar atrás sin pensar en porque actúan como imitaciones de alguien más. 

Las casas, el viento, los lugares a los que solía pertenecer ya no parecen darme nada y los recuerdos parecen llevarme a esos días donde el tiempo no tenía limite ni forma, esos días donde nadie estaba muerto y las mejores cosas estaban por venir. Pero de esos días solo quedan los recuerdos, y aunque quiera, no puedo vivir de los recuerdos. 

Hace mucho frio en la estación y tengo la valija vacía como quien no tiene nada, esperando que el tren llegue. De repente me cae una lagrima por la cara, un escalofrió que me despierta, y pienso en mi cabeza – ojalá tuviera alguien que venga y me diga que me quede porque no puede imaginar su vida sin mí.

Pero la estación está vacía, y ya no tengo nada que perder, solo me queda subir al tren. 

Nicolás Petruniw

Un nuevo comienzo

Nunca es tarde para volver a empezar, pensaba, mientras veía a mi lado el gran verde de los pastizales que pasaban a medida que avanzaba el autobús por la ruta. Estuve todo el viaje en los asientos del fondo reflexionando sobre mi pasado y las nuevas aventuras que me esperaban por delante. Creo que los cambios en la vida de las personas no siempre son buenos pero en mi caso dejar atrás mi triste pasado y empezar una nueva vida lejos de la ciudad era lo que tenía que hacer.

Durante 5 años me había pasado los días respetando una rutina aburrida y cansadora , a las 7 am me levantaba, desayunaba y luego me iba a trabajar a mi oficina hasta las 5 de la tarde. Luego volvía y en mi casa me esperaba mi esposa, bueno, mi ex esposa que llegaba un ratito antes de trabajar y se sentaba frente al televisor a mirar programas de chimentos hasta que anochecía, ni una palabra cruzábamos, en lo único en lo que coincidíamos era en ignorarnos. Esa secuencia se repetía durante todas las semanas, meses, y hasta años.

Hasta que un día me cansé y dije basta. Esta no es la vida que quiero, no soy feliz.Renuncié a mi trabajo y me divorcié. Entonces decidí, quizás de manera impulsiva, agarrar todas mis cosas y dejar esta vida aburridora por detrás y mudarme a un pueblito a las afueras de la ciudad. El tiempo dirá si mi decisión fue la correcta.

Matías Fantino

Renuncia

Hay decisiones impostergables, y esta era una de ellas– dijo Silvia y cerró la puerta.

Ayer Silvia renunció al trabajo, EL trabajo, UN trabajo. Se despidió de él pensando que su mundo se le iba a venir abajo; pero era solo un simple trabajo.

Rompió papeles, ordenó el escritorio, puteo un poco (y solo un poco) al Gerente Administrativo. Lloró, se calmó, y volvió a llorar.

Salió a la calle y notó que el tráfico no estaba parado, los autos seguían su rumbo normal, todos salían igual que ella. Algunas máquinas en alguna fábrica, vaya uno a saber dónde, todavía seguían funcionando.

Llegó a su casa viajando como todos los días, comió y habló como todos los días. Tembló por el porvenir pero aseguro que conseguiría otro trabajo

Esta mañana se despertó y no era todo como todos los días; caminó, cantó, bailó, rió, vivió.

Ayer Silvia renunció a su trabajo pero tomó una gran decisión; notó que tenía sueños grandes y que era momento de cumplirlos.

Nunca es tarde para volver a empezar.

Mailen Farias Schweid

La llave

Hay decisiones impostergables, y esta era una de ellas. Mientras escucho los pasos arriba, pienso que hacer. Mi garganta esta seca, mi estomago resuena, pero ese «descuido» me hace olvidar lo que mi organismo protesta. Después de cada visita sonaba el cerrojo, y por primera vez no lo hizo. Sin fuerzas subí las escaleras despacio evitando el crujido que solía hacer. Aunque conozco esta casa perfectamente, ahora me aterra.

Al girar la perilla, ahí estaba, sentado de espalda viendo la televisión, con la entrada paralelamente frente a sus ojos. Mi barriga rugió y este volteó, nuestras miradas se encontraron, demostrando terror mutuo.

Corro con todas mis fuerzas mientras escucho sus disculpas, recitándome su amor, y que solo me quiere para el. Nos encontramos otra vez de frente, su cara afligida fue mi señal; de manera indulgente lo perdone, replique sus palabras de amor y abrió sus brazos como invitación. Mientras me acercaba, sus ojos se cerraban anhelando el momento, y antes de ceder, mis manos se posaron en su cara suavemente, luego con un movimiento vertical brusco su cabeza chocó con mi rodilla previamente elevada e impulse su cuerpo de lado. Al separarme sus gritos resonaban y mis piernas aceleraron hacia el florero donde un año atrás había escondido una llave que se abrió paso en la cerradura, al abrir sentí su mano en mi cabello y sin pensarlo cerré la puerta detrás de mi y huí, sin rumbo, ni planes, sin embargo, la libertad es mas gratificante.

Mariashanti Martínez

Un paso al infinito.

—Si, porque todo pasa, nada es para siempre— escuchaba atento a los comentarios que cada vez se oían más y más lejanos; era un sentimiento extraño, casi como estar en un sueño lúcido.

Me movía libremente entre la gente que atendía esa reunión macabra; algunos me saludaban, otros se despedían. Tuve reencuentros con viejos amigos y familiares, incluso habían varias personas que no conocía del todo o prácticamente nada. A decir verdad nunca me esperé que viniera tanta gente; en realidad nunca pensé que alguna vez estaría aquí, pero aquí estoy.

No podía recordar con exactitud la última vez que tuve tanta atención sobre mi… tal vez aquella vez en cuarto grado cuando me fracturé la pierna al caer de un trampolín; o tal vez, cuando la chica que me gustaba me rechazó frente a toda la clase en segundo año. ¿Por qué siempre tienen que ser tragedias?

Casi me perdía en mis pensamientos cuando de repente un señor bien vestido, bastante distinguido tomó el micrófono para decir las últimas palabras de la ceremonia — Aquí venía el momento incómodo. No es falsa modestia, sencillamente no estoy acostumbrado a escuchar tantos elogios y adjetivos calificativos que me encumbraban de tal manera, que hasta yo mismo dudaba que estuviesen hablando de mi.

Las caras largas y compungidas me indicaban que no era el momento para hacer chistes ni comentarios, así que adopté un semblante ausente, esbozando una ligera sonrisa como dandole la bienvenida a la calidez del sol que bañaba mi rostro e iluminaba el nuevo sendero que debía emprender. Hay decisiones impostergables, y esta era una de ellas.

Rebeca Prieto.

La difícil decisión.

“Me pasa lo mismo”, dice. A todos nos pasa lo mismo que nos invade la angustia y el miedo cuando queremos saber algo, pero a la vez no queremos preguntar porque tenemos miedo a lo que nos puedan llegar a responder. Pero que mas da a veces es necesario saber la verdad o simplemente sacarnos la duda de aquello que nos está atormentando.

Lo notaba raro desde hace bastante tiempo siempre tenía excusas para hacer las salidas al campo, excusas para todo, porque estaba cansado, o tenía mucho trabajo. Es por eso que un día tome coraje y le pregunte a Pedro si todavía me amaba, o si había otra persona en su vida. Pero no necesito responderme, llevamos más de diez años de casados y lo conozco muy bien, se cuando pasa algo veía en su mirada la respuesta.

En ese momento rompí en llanto, tome las llaves del auto y conduje hasta la casa de mi amiga, somos amigas desde que tenemos cinco años, ella es la única persona que sabe cómo hacerme sentir bien y basto solo un instante de risas y chistes para que volviera a estar bien, y si es verdad cuando dicen el tiempo lo cura todo.  Si, porque todo pasa nada es para siempre.

Althaus, Maria

Corazonada

Ojalá lo haga. Ojalá me anime a mandar este mensaje porque necesito saber, pero al mismo tiempo no quiero; no quiero porque ¿y si no es cómo yo pensaba? Voy a quedar como una estúpida, lo voy a arruinar todo. No sé. 

 Lo mandé y no me respondió. Mis esperanzas empiezan a opacarse y se acercan con fuerza esos pensamientos; no quiero pensar más. Sigo esperando y el nudo en mi garganta se va haciendo cada vez más grande; siento que pasaron tres horas pero veo que lo envié hace quince minutos, ¿tan poco tiempo pasó? Puedo jurar que escribí antes de que llegaran las primeras diez dudas, ahora ya no estoy segura. Lo vio. No me contestó. El nudo de la garganta se desinfla pero me lastima en el proceso, ¿cómo pude pensar en enviarle ese mensaje si está con otro? Aparte, yo soy…

 Está escribiendo. El nudo vuelve a crecer, se me cierra el pecho y me resulta difícil respirar con tranquilidad, me siento agitada y muy débil a la vez. ¿Y todo esto para qué? Es un error, al pedo me expuse de esta forma. ¿Por qué me arriesgué? 

 “Me pasa lo mismo”, dice.

Miranda Sanchez Acosta