La mujer nueva

Una nueva mujer comenzaba a asomarse. Y claro, se dice tan fácil. Como si una pudiera dar el portazo de una vez por todas, me gustaría verle la cara a éste si pido una docena de empanadas en la esquina. Solo eso. Una docena de empanadas y soy una mujer nueva. Nuevita, nuevita, como la del libro. Otra persona. Que si las cocinan demasiado o tienen poca cebolla o le dan acidez y una no tiene ningún derecho a decir no tengo ganas, que no te cocino porque me harté de vos y de tus cosas y se me dio la gana llamar y llamé. Y sí, que fue con la plata que me diste para la tintorería y qué si me quise gastar el vuelto en una docenita, ¿a qué tanto escándalo? que ni un par de medias me compro para mí y me importan tres carajos tu acidez y la mar en coche, que para mí las empanadas compradas están más que bien porque no dan trabajo y un día de vacación es un día de vacación y yo me lo gano bien atendiendote de sol a sol como si fueses crío…

– ¿Qué hacés leyendo bobadas, vieja, y qué comemos?

– Ná… una novelita tonta que me hace pasar el rato ¡con un final más zonzo encima! Estaba pensando en hacer unas empanaditas ¿Te parece bien, querido?

 

© SOL SILVESTRE